sábado, diciembre 05, 2015

Recuerdo a un amigo

Escribí este post hace mucho tiempo, pero estos días he estado recordando a mi buen amigo y mentor, por lo que es un buen momento para republicar la nota y dejar claro, que a pesar del tiempo, aún le recuerdo y le extraño y que todo momento es bueno para recordar que quienes somos, se lo debemos en muchos casos a personas que conocimos por casualidad, pero que nos marcaron. Y mi Capitán... lo siento, pero nunca pude, no puedo, ni podré tomarme las cosas deportivamente jejeje


La vida en muchas ocasiones se vuelve una rutina, olvidamos las cosas que antes nos parecieron importantes, seguimos a lo que sigue, actuando de una forma automática, nos desprendemos del pasado por nuestra propia debilidad para poder funcionar en el entorno diario, que siempre exige la máxima atención. Esto ha sido así durante toda la existencia del hombre pensante y social, y sin embargo, eso que nos es natural, que nos permite vivir y disfrutar del presente, con frecuencia trivializa el pasado, dándole solo en nuestros recuerdos el mismo nivel de prioridad, al regalo que recibimos en una navidad lluviosa, o la partida de una amigo. Sin embargo, nuestra cualidad de seres pensantes, nuestra racionalidad intrínseca, nos impone el deber de no solo ser parte del presente y de construir el futuro, nos exige además, para defender nuestra individualidad el no olvidar nuestro pasado, no olvidar la emociones que sentimos por ejemplo la primera vez subimos a una bicicleta, o luego de un accidente volvimos a ver, no podemos, no debemos olvidar nuestro pasado, pues ese pasado, ese enorme río de recuerdos, es el que nos define como individuo y nos transporta para bien o mal al futuro.

Con la normalidad, que cada día preparamos un café en las mañanas, damos de comer a nuestras mascotas, preparamos nuestros efectos personales para ir al lugar de trabajo o estudio, no pensamos, no razonamos en esas triviales actividades, se vuelve un acto automático que hacemos por una memoria física, sin ser concientes de ello, hasta que algo nos rompe ese esquema, como tan simple que el azúcar no estaba donde debía estar y por un momento, nos hacemos concientes del entorno, y aún algo tan trivial como no encontrar el azúcar, nos asusta, nos destruye la tranquilidad que nos hemos impuesto y siempre tratamos de mantener.

Con demasiada frecuencia, decimos que buscamos la felicidad, pero no es tan así, confundimos la felicidad con la comodidad, y ese espejismo debilita nuestra fortaleza espiritual, nos quita la fuerza para poder entender y luchar por nuestra libertad, nos diluye en la masa, quitando esa individualidad que a fin de cuentas, es lo que nos hace humanos, no son las leyes de la mayoría, no son las ideas de la mayoría, no es la fuerza de una minoría fanática, no son la enseñanzas de unos iluminados, al final, en ese último rincón de nuestra realidad, donde se expresa nuestra libertad es en nuestra conciencia, pues el último bastión de nuestra libertad es precisamente lo que nuestro automatismo social en, no pocas ocasiones, termina sepultando en una montaña de trivialidades. Traicionar nuestra conciencia no tiene castigo, más que en nuestra alma, en la soledad siempre sabemos cuando hemos perdido un poco de libertad e individualidad. Al trivializar nuestros actos, por el solo repetirlos una y otra vez, liberamos parte de nuestras capacidades para poder enfrentar de mejor forma, desafíos más difíciles, jornadas más heroicas, pero siempre se corre el riesgo que esa trivialización de nuestros actos, por esa comodidad que nos atrae cual singularidad espacial, banalice dichos actos que sin pensar, terminan carcomiendo el espíritu no solo nuestro, sino que al ser aceptados por otros, nos vuelva como sociedad menos libres, menos humanos.

Puede argumentarse, que algunos actos como ir a dejar a los hijos al colegio, siempre se banalizaran por su mera reiteración, pero no es así, la prueba horrorosa esta dada por todos aquellos padres que ese acto, ya no pueden realizarlo pues algún accidente mutiló su vida. No pretendo que vivamos la vida con miedo, al contrario, la vida debe tomarse con la alegría de un despertar de primavera en un día de descanso, se debe disfrutar buscando la felicidad, y ser optimista, la libertad es siempre optimista, por que siempre nos da la oportunidad de elegir nuestro futuro, “Cada hombre es arquitecto de su futuro”, y ese hombre sabía de lo que hablaba. Pero la libertad, también implica responsabilidad, no solo con los demás, en especial con uno mismo, es en nosotros donde cada día la libertad se pone a prueba y olvidando nuestro pasado, nos hacemos más esclavos de las circunstancias, nos perdemos en lo banal. Ahora en muchas partes la realidad de la muerte es solo una banalidad, el aborto y la eutanasia no consentida, se han vuelto solo un mero acto administrativo, se olvidó en el constante devenir de las cosas que es lo que implica y solo es algo más de la rutina diaria, nada que llame en serio la atención.

Me resisto a eso, me resisto a ser uno más, a que mi libertad sea conculcada, pero no es una pelea con otros, contra un sistema, es una pelea en mi propia alma, me rebelo ante mi propia decidía y comodidad, tengo múltiples defectos, el egoísmo, lo vengativo y un enorme etc., pero me resisto a perder algo que siempre he sentido parte de mi esencia y mi alma, me resisto a ser desleal. Tiene para mí la Lealtad algo demasiado grande, demasiado trascendente, imposible que mis míseras palabras puedan abarcar, perder la Lealtad, es para mi perder el alma, es convertirse solo en una caja vacia, un envoltorio de carne que camina, y nada más. Mi propia Libertad, no la entiendo sin Lealtad, y es por eso, que no puedo ni debo olvidar a mí Capitán RSV. Eduardo Ogalde R.,  fallecido el 1 de Febrero de este año 2007.

No habrán más conversaciones de historia militar, filosofía, ni sobre mujeres, ni nos prestaremos nuevamente libros sobre los temas que nos apasionaban. Y reconociendo que me duele el no haber podido saber de Ud. en ese momento, me tomaré la situación como Ud. siempre me decía, cada vez que Yo estaba por explotar por las estupideces con que nos topábamos, me tomaré la vida “de forma muy deportiva” o por lo menos trataré mí Capitán.

En esta vida, tan corriente y efímera, tan vulgar a veces, Yo no puedo ni debo olvidarle a Ud. mi buen amigo, que las amistades de verdad no las define el tiempo sino la calidad, siempre le recuerdo, siempre le tengo presente, hasta con el susto que una vez me dio al confundirle con otra persona en el centro de Concepción, pero en el fondo, como una inocente fantasía infantil, quiero pensar que era Ud. mi buen amigo, que la muerte es el olvido y a Ud. Yo no le he olvidado.

Hasta siempre mi Capitán, camarada y buen amigo, que si alguna vez hubiese sido necesario, a Ud. le hubiera seguido al infierno.