La Maldad Humana
Solemos de una forma muy básica y simplista, estereotipar a los personajes históricos, en buenos o malos, víctimas o victimarios, vencedores y vencidos, etc. Creamos una división férrea entre ambos mundos, y lo hacemos según sean nuestros intereses y formación, en religión, moral, ideología, origen y en todo lo que sea nuestra “circunstancia” y nos defina como personas.
La realidad, por otra parte, no es tan simple, los hombres de hoy no son muy diferentes de los de ayer, en la mayoría, pero por cierto no en todos, las definiciones fáciles, las clasificaciones exactas, no aplican, existen matices, y son eso matices los que queramos o no, nos hacen seres humanos normales.
Definir que es el bien y el mal, la bondad y la maldad, tampoco es tan fácil como se puede pensar a primera vista, hay matices en ambos lados de la moneda, aún así existen consensos sociales sobre sus límites, y sobre todo un instinto innato en los humanos, sobre la extensión de estos límites, aquellos que debemos tratar de alcanzar en el caso del bien, y desde donde ya no podemos pasar en el caso del mal.
Las personas buenas y malas, en términos absolutos existieron, existen y existirán, pero son excepciones a la regla, la inmensa mayoría solo estamos en el medio, y en un medio muy variable, que podemos ir de un lado a otro de la escala con facilidad, y es esa facilidad para actuar de un modo u otro, esa Libertad para decidir el tenor de nuestros actos y tomar nuestras decisiones, donde esta lo que nos negamos a ver, al simplificar como el bien y el mal, existen en la humanidad, y en nosotros mismos.
En nosotros esta la capacidad de realizar algunos actos de extrema bondad, pero igual tenemos la capacidad de la extrema maldad. No somos especiales, no somos elegidos, somos seres humanos, primates racionales, pero primates al fin, somos animales, estructuras biológicas sometidas a las mismas fuerzas físicas, químicas y biológicas que las otras especies del planeta, y donde por cierto, somos estructuras comparativamente débiles y frágiles para enfrentar a nuestro medio ambiente, y por eso nos adaptamos, aprendemos a vivir en el medio ambiente que nos toca vivir, en especial si no lo podemos modificar de acuerdo a nuestros intereses. El pragmatismo se impone para garantizar la supervivencia, aún sin una elección racional, nos dejamos llevar, y muchas veces, ni la inteligencia, ni la cultura, ni los valores que tengamos, ni la familia, ni ningún parámetro que pudiera definir nuestras costumbres y decisiones, es suficiente para evitarlo, terminamos siendo llevados por la corriente de los acontecimientos sin pensar en como estos se desenvuelven y ni a donde se dirigen. Esto es algo que puede verse en toda su crudeza en situaciones de supervivencia extrema, en que los cánones de la normalidad, de la cotidianidad, no son válidos, incluso son peligrosos, pueden amenazar nuestra propia supervivencia, sino solos, frente a la básica mantención de la propia vida, sin elementos que relativicen su importancia, como la defensa de otros, el cumplimiento de las obligaciones u otra clase de altos deberes, tan solo frente a la disyuntiva de vivir o morir, en soledad, frente a los elementos. Sin duda, como dije, lo anterior es una situación límite, poco probable de enfrentar, pero un buen ejemplo de que en ocasiones, las barreras de nuestra propia moral, pueden caer, y ser ante nuestros ojos, una mera fantasía, y muy peligrosa por cierto.
La terrible verdad, es que todos somos capaces del mal, de la maldad extrema, solo basta que se den la condiciones apropiadas para que actuemos de esa manera, y muchas veces, sino la mayoría, esas condiciones se van dando de a poco, paso a paso, nos vemos en un camino por el que la vida, muchas veces por accidente, nos impone, y sin darnos cuenta, podemos estar cometiendo actos que unos años atrás, nos hubieran sido inimaginables. El llamar Monstruo, Bestia, Animal a algunos personajes de la historia, no es más que una salida fácil, inmadura, para ocultar la verdad que nos cuesta aceptar, que cuando vemos nuestro reflejo ante un espejo, no vemos ni a un Dios o un demonio, vemos a los dos juntos. En nosotros conviven ambas fuerzas, y son las circunstancias, las que sin proponernos, sin pensar, pueden liberar nuestra capacidad para el mal, siendo peor, cuando esas acciones, vienen de una pervertida visión de la realidad, de un trastrocamiento de los valores, donde esa maldad, no la vemos como maldad, sino como actos justo y correctos. Y eso no es de un momento a otro, requiere tiempo, requiere socializar de forma inconciente esa perversión de la realidad, y terminamos siendo malvados, sin haber necesariamente sido naturalmente malvados. Terminamos siendo víctimas de las circunstancias, lo que por cierto, no quita que terminamos siendo malvados, y que en ese pozo, todos sin excepción podemos caer, solo bastan las condiciones adecuadas.
No puede haber mejor ejemplo de lo dicho, que Alemania en los tiempos del Nazismo, donde nadie puede decir, que todos los que cometieron los crímenes por todos conocidos, eran malvados, o menos que eran incultos o ignorantes, solo una horda de salvajes y bestias inhumanas. Nos guste o no nos guste, salvo una pequeña cantidad de locos, débiles mentales, pervertidos, traumados, como Himmler, Ribbentrop, Goering, Goebbels y otros, la mayoría no podían ser considerados malvados de forma intrínseca. No lo fueron en su infancia, tampoco en su adolescencia, ni en su juventud, muchos eran cultos e inteligentes, no eran cobardes, de óptima salud física y mental, pero aún así, realizaron actos de extrema maldad. Y en este caso, no puedo pensar en mejor ejemplo que Reinhard Heydrich, segundo de la SS, jefe de la SD y la Gestapo, quien no tuvo una niñez problemática o distinta a la de otros de su tiempo, su vida fue bastante normal, no hay en ella algo que muestre indicación de su futura conducta, no importa cuanto algunos historiadores, estiren la verdad, y eso es lo aterrador, por que hasta Julio de 1931, fecha en que ingresa a la SS, Reinhard Heydrich no era diferente a la mayoría de las personas que Ud. conoce, que Ud. mismo, es más, era aún menos malvado que muchos de los adolescentes y jóvenes criminales que han participado en los conocidos y recientes hechos de violencia en el país.
El demonizar a Heydrich, no es útil ni racional, más bien refleja inmadurez, falta de criterio y mucha estupidez, refleja el intento de que sus actos son propios de alguien diferente, de otro, nunca de nosotros, nunca de Ud. o de Mí, y eso es falso, por que la verdad, es todos podemos convertirnos en un ser malvado, todos podemos ser nuevos Heydrichs, y el evitar enfrentar esa verdad, alejando a estas personas de su condición humana, no es valiente, ni justo, ni racional, solo es dejar la puerta abierta, para que el día de mañana, otro de nosotros siga la senda del mal, y créanme, eso es lo aterrador, que como dije antes, todos llevamos a Dios y al demonio en nuestro interior, todos podemos ser un nuevo Reinhard Heydrich, el ignorar esto, solo nos pone un paso más cerca de ese oscuro destino.
Y la única forma de evitar tal destino, es reconocer y aceptar que es lo que en realidad vemos en el reflejo del espejo.
Etiquetas: Antisemitismo, Cultura, Educación, Mal, Sociedad, Valores Morales
2 Comments:
A propósito del golpe de estado, sus defensores lo justifican por el contexto, de verse al espejo como tú dices, los detractores o los que se hacen los lesos dicen que ningún contexto justifica nada. A mi me parece que el contexto lo es todo, que las circunstancias llevan al hombre adonde no se imaginaba que podía llegar. Los mismos que dicen que el contexto no justificaba el golpe y las muertes posteriores, si justificaban la revolución comunista debido a la situación de explotación y marginalidad que ellos aseguraban que existía en una gran parte de la población, es entonces, el contexto, que en ese caso si justificaba lo que querían hacer. Los malos se convierten en buenos y viceversa de acuerdo a quien lo mire, a lo que se quiera justificar y a que contexto se considere válido.
La historia es lo que está en los libros de historia, y no es necesariamente la verdad. Un ejemplo es el caso de César, donde uno de sus asesinos es su hijastro Bruto, y fue puesto en los labios del primero "también tu Bruto"... pero César sabia que su hijastro estaba metido en el complot, sus palabras fueron más bien dirigidas a Decimo Bruto, un amigo, y general de las legiones del propio César, quien fue el que le convenció de ir al Senado ese día. Un traidor que salió impune a los ojos de la historia, por un alcance de nombres.
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